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viernes, 28 de septiembre de 2018

El hombre en el espejo parte 5

Oficina del doctor Bernied Allen
Al día siguiente


Edmond estaba perdido en sus recuerdos de Michael olvidando donde estaba repasando en su mente los momentos en que fue a darle su baño la noche anterior y de como lo había acomodado en su cama y no pudo evitar acostarse a su lado. Durante el baño no quiso tocarlo de forma sexual, no podía pero vio que tenía una expresión triste cuando estaba entre las sábanas. No queriendo que se vea así, por eso se había echado a su lado y disfrutó como el cuerpo delgado de Michael se ajustaba perfectamente al suyo y lo abrazó fuerte. Michael se acomodó fácilmente en sus brazos dejando escapar un suspiro, ambos se quedaron dormidos casi de inmediato. 

A media noche, Ed se despertó asustado, todo estaba oscuro algo lo había despertado pero no sabía bien que fue. Vio que su hermoso paciente estaba dormido hacia el otro lado de la cama. Ed se levantó despacio y salió de la habitación rumbo a su propio dormitorio, no sin antes asegurarse de que la enfermera de turno fuera a revisarlo cada cierto tiempo.

—Edmond, esto es muy serio, —la voz de su jefe y dueño del hospital lo sacó de sus recuerdos, había olvidado por un momento donde se encontraba— no podemos dejar que se lleve a Michael a ese lugar. Estoy de acuerdo contigo que sería perjudicial para su tratamiento, pero tienes que comprender que no puedo dejarlo eternamente aquí. Ésa es una fuerte responsabilidad, él no es legalmente responsable de sí mismo —la voz de Bernied era de preocupación.
—Doctor Bernied, yo me haré cargo de él. Es indispensable que siga con su tratamiento, estoy dispuesto a dejar la mitad de mi sueldo porque siga aquí.
—Amigo mío —dijo con voz comprensiva— no es por el dinero, entiende, es por la responsabilidad de tener a cargo a una persona que necesita de todas maneras a su familia y de una vigilancia constante.
— ¡Pero su familia lo abandonó hace mucho!
— ¿Entonces estás dispuesto a sacrificarlo todo por él? Porque no será fácil.
—Estoy dispuesto a todo. Él no ira a ese lugar en donde estoy seguro que moriría en menos de una semana. No, no lo permitiré.

Por un instante, ambos se quedaron mirándose en silencio. A Edmond no le gustaba la expresión del doctor, ya que eran una mezcla de compasión y sobre todo de entendimiento y eso le producía terror. Si se enterara de lo que tenía con Michael lo despedía sin perder tiempo y con eso perdería la oportunidad de estar al lado del hombre que ahora sabía era más importante que su propia seguridad; en ese momento, la enfermera entró avisando que el señor O'Connor ya había llegado y solicitaba que lo atiendan. El Doctor Bernied ordenó que lo dejara entrar y casi de inmediato el padre de Michael pasó junto a dos hombres más. Se saludaron respetuosamente y tomaron asiento. El ambiente se sentía tan cargado que a Edmond le daban ganas de salir corriendo de esa habitación, pero no lo haría, el futuro de su joven paciente estaba en juego.

—Doctor Allen, como ya le habrá comunicado el doctor McGregor, no podré seguir costeando los gastos de Michael, así que espero que haya dispuesto que esté listo para poder llevárselo de inmediato —Ed se tensó visiblemente ante la urgencia en la voz del padre de su paciente.
—Señor O'Connor... —Habló con voz calmada su jefe —tengo una propuesta para usted que sé que le interesará mucho —Ed lo miró entrecerrando los ojos, él no permitiría nada que dañara de alguna manera a Michael —En este hospital estamos a la vanguardia de los nuevos avances en la medicina psiquiátrica. Como sabe bien, las enfermedades de la mente son tan inexactas e inciertas que son muy pocos los pacientes que tenemos a nuestra disposición para poder... examinarlos digamos con total libertad. 

La voz del doctor Allen era como la del padre de Michael, baja, calculadora y sobre todo fría. Un escalofrío le recorrió por todo el cuerpo, pero se quedó callado porque tenía miedo de lo que escucharía luego.

— ¿Qué propone? —la voz del padre estaba una octava más baja, se acomodó mejor en su asiento y lo miró con entendimiento en su rostro.
—Le propongo que permita dejar a Michael a nuestro cuidado.
— ¿A sus cuidados? Y qué ganaría yo con eso. Explíquese.
—Bueno, realmente estaría bajo la custodia y cuidado del Doctor McGregor, mi hospital se beneficiaría con los estudios que se le haría y usted ya no tendría la penosa carga de ocuparse de un ser que sabemos que no está en esta realidad, el doctor McGregor sería el responsable de su hijo. Puede estar seguro que no habrá mejor persona en el mundo que lo pueda cuidar ya que es un profesional innovador en el campo de la psiquiatría. Hace buen tiempo que me mencionaba que le intrigaba el caso de hijo y en su afán por querer seguir con sus investigaciones ha estado buscando candidatos idóneos para seguir con su trabajo y al presentarse usted aquí. Comprenderá que ésta situación es una muy buena oportunidad para... digamos quitarle un gran peso de sus hombros, señor O'Connor 

Edmond estaba a punto de vomitar. Estaba completamente seguro que su palidez podía ser visible. Tenía que controlarse, no podía reaccionar abruptamente, sólo debía seguir escuchando lo que en ese momento se estaba hablando.

—Usted podría invertir en lo que tenía planeado y vivir la vida que siempre quiso sin tener que preocuparse de Michael. —Continuó el doctor Allen— Podrá olvidarse de las costosas cuentas de hospital. Eso sería claro está, por el bienestar de su propia tranquilidad y por el bien de la ciencia. Sabemos que el pobre muchacho es un cascarón sin vida, un ser que sólo está respirando. Nuestro señor, seguro lo envió aquí para beneficiar a un bien mayor. El bienestar y tranquilidad de su familia y el progreso de la ciencia.

Era oficial, Edmond, vomitaría. Lo peor era que se le notaba en el rostro por la forma en como el padre de Michael lo miraba. Sin embargo, al parecer no le importó, debido a que la propuesta era muy tentadora para el viejo avaro. Con horror vio y escuchó cómo el doctor Allen y el padre de Michael estaba planeando deshacerse del joven sin mayor remordimiento, lo único bueno era que al parecer quien sería el responsable de Michael sería él.

—Tendríamos que ver los detalles mínimos. Después de todo es familia —esto lo dijo con una mueca de desagrado— Podemos tratarlo directamente en este momento y las formalidades con nuestros abogados, puedo ver que su propuesta es muy aceptable. Sin embargo, mi esposa, ella deseara alguna… retribución. La que tendría que ser muy satisfactoria ya que es parte de su sangre, ya sabe cómo son las mujeres.
—Por supuesto, todo está finiquitado en este documento.

El director del hospital le alcanzó una carpeta con unos documentos que leyó el viejo con avidez. Ed, no sabía qué pensar. Lo que sí sabía, era lo que realmente significaba cuidar a Michael de forma permanente. Con cada palabra de esos dos hombres delante de él iban sentenciando que su paciente era una simple transacción. Uno se liberaba del otro y viceversa. Delante de él estaban finiquitando de la manera más fría e indolente el futuro de un ser humano. Todo lo legal estaba siendo aceptado sin ningún problema. Luego de varios acuerdos y de pactar una cita con los abogados, para solicitar la custodia formal de Michael ante la corte inglesa, el señor O'Connor se retiró con una gran sonrisa en el rostro.

«Maldito perro» pensó amargamente.

Edmond tenía los puños cerrados con fuerza. Ver como prácticamente se iba saltando de alegría por recibir un cheque del Doctor Allen para quedarse con Michael, le daba asco. Al quedarse los dos totalmente solos, Bernied que se puso de pie para despedir al viejo perro que vendió a su hijo, se sentó claramente agotado cambiando totalmente la expresión de frialdad a la de aliviado.
Ed no sabía si debía golpearlo o darle las gracias.

— ¿Porque no me dijo de su plan?
—Usted no quería que se lo llevaran, yo tampoco. Cuando me lo informó temprano, no podía estar seguro si estaba en condiciones de hacer este trato. Sin embargo, luego que hablamos me di cuenta que estaba tan o más asustado que yo con la idea de que se lo llevaran. Lo ayudé a que no se vaya, usted será el responsable de Michael a partir que esos papeles estén legalmente firmados. 
—Pero, parecía que estaban acordando la pertenencia de un objeto. ¡Usted pagó por Michael!
—Si pagué esa cantidad es porque creo en su trabajo y después de todo, esto es un negocio y sus avances en la medicina nos conviene a todos. Sé que le sonó frío el hecho de que por un paciente haya pagado, pero fue por sus investigaciones sobre la esquizofrenia y los grandes avances que ha realizado con este paciente lo que llevó a hacer este trato. Eso es beneficioso para el hospital —el doctor Allen tuvo la decencia de ruborizarse— pero si me permite que sea sincero, sólo quise ayudarnos mutuamente, no me diga que no quiere ser responsable de Michael...
—No es eso. —A Ed no le gustó lo que dijo, pero tenía que aceptar que en el fondo estaba aliviado de ser él y no el hospital el responsable de su Michael. Porque él era suyo.
—Préstame mucha atención muchacho. —Le habló con más confianza mientras se paraba e iba a la puerta, miró hacia afuera y luego cerró con llave. Cuando volvió a sentarse lo miró serio— anoche vine al hospital a recoger unos documentos y Susan me habló del padre de Michael antes que tú lo hicieras —eso lo tomó por sorpresa. No supo describir la expresión que tenía su jefe y eso lo asustó porque sabía que no le gustaría lo que le iba a decir—. Fui a la habitación de Michael porque ella me dijo antes de irse que habías ido a atenderlo. Por la hora, supuse que se había puesto mal y eso me extrañó ya que él ha estado mejor que nunca, cuando llegué los vi, —antes que Ed pudiera decir algo, el doctor Allen alzó una mano a modo de callarlo y continúo— sé lo que vi. En un momento de mi vida, me enamoré de un paciente, pero lo dejé ir por cobardía, no luché ni para tratarlo ni hice algo para mejorar su vida y eso es algo que hasta el día de hoy me arrepiento.
—Doctor Allen, no es lo que...
—A pesar de que eres joven, —continuó hablando ignorando lo dicho por Ed— puedo reconocer los buenos sentimientos cuando los veo y lo que vi fue amor puro. Ustedes estaban abrazados y me recordó tanto... —respiró agónicamente— ahora estoy felizmente casado, pero jamás me perdonaré haberlo perdido. No quiero que te pase eso a ti, sólo pido que nadie los vea. Que tengas mucho cuidado porque si alguien lo sabe me veré forzado a echarte y cómo eres responsable legal de Michael, podrías hasta perder su custodia. Él se quedaría en el hospital, no podrá irse contigo. Además tendría que cobrarte por daños y perjuicios, el escándalo será enorme y hasta quizás el hospital pierda la opción de quedarse con él. Lo que lo llevaría a la institución del centro de la ciudad y ambos sabemos cómo tratan allí a los pacientes.

A pesar de que era una amenaza, Edmond pensó que era más como un lamento si es que eso llegara a suceder, sólo atinó a asentir con la cabeza. Aún sin estar muy seguro de todo lo que el hombre dijo, dieron por terminado ese tema. Ambos doctores comenzaron a organizarse en otras tareas. 
Metidos ya en asuntos del hospital fue inevitable para Ed intentar concentrarse ya que era todo un caos por dentro ya que sentimientos de felicidad y miedo estaba arañando sus entrañas.
Pronto Michael sería legalmente suyo.



Habitación de Michael O’Conno
1 año después…


Michael estaba sentado en su cama con la mirada perdida como casi siempre, de pronto, parpadeó y miró a todos lados. Era la primera vez que prestaba atención al lugar que lo rodeaba con tanta claridad. Si bien escuchaba las voces, estas ya no eran tan fuertes como antes, así que podría decirse que estaba todo tranquilo ese día. Michael se había dado cuenta que Edmond era su salvador, su ancla a la realidad y que gracias a él ya no se sentía perdido. 

Se levantó de la cama y fue a la ventana a mirar por ella. Todo estaba igual que siempre afuera. En el jardín había muchos pacientes que se paseaban vigilados muy de cerca por enfermeros y encargados del hospital y por alguna razón en ese momento él estaba solo en su habitación. 

Y quizás eso era lo que se sentía tan extraño, siempre había alguien con él, pero ese día era distinto. Michael tenía una sensación rara que no sabía explicar ni entender. Pensó en Edmond y la forma en como lo tocaba, había pasado mucho desde aquella primera vez que en el baño despertó en él sentimientos y deseos que jamás imaginó sentir. Él comprendía que aquello era un secreto y nadie debía saberlo, en eso estaba de acuerdo y desde aquella vez sólo se dejaba tocar por Edmond. También había notado que los enfermeros sólo le traían la comida y nada más eso era maravilloso para él porque Ed se encargaba en exclusiva de atenderlo y eso le gustaba mucho. Disfrutaba perderse en la sensación deliciosa de tenerlo siempre a su lado y gozar de toda su atención y caricias.

No quería que eso terminara nunca.

En menos de un segundo, sintió como su sexo se endureció con tan sólo recordarlo. Sus manos fueron a su miembro que ahora despertaba cada vez que pensaba en su médico; sin embargo, quitó la mano rápidamente cuando escuchó que la puerta se abría y se giró a mirar quien era. Sonrió al ver que era su doctor, pero éste traía una expresión de preocupación en su rostro.

—Michael, tenemos que hacer un viaje. —Le dijo con voz apremiante.
— ¿A dónde? —Le preguntó mientras lo abrazaba y frotaba su erección en el cuerpo de Ed. Este cerró los ojos, pero no de placer y eso lo asustó y se quedó muy quieto.
—No entiendas mal —le dijo—, te deseo tanto que me duele irme todas las noches —confesó en un susurro—. Pero en este momento no tenemos mucho tiempo, ya tengo los boletos del barco que saldrá muy pronto.

Se separó cuando escuchó que la puerta se abría y entraban dos enfermeros. Estos se dedicaron a guardar la ropa que rara vez se ponía en unas maletas que no vio de donde salieron. Como Michael no tenía mucha ropa ni cosas personales y por eso los enfermeros terminaron rápidamente y luego de poner las dos maletas a un lado de la puerta uno de ellos habló.

—Nos llevaremos estas maletas y las pondremos junto a las suyas en el transporte. —El enfermero le informó y luego señaló la cama— dejé esa ropa para cambiarle la bata ¿desea que lo ayude a vestirlo?
—Por favor lleven las maletas pronto, yo me ocuparé de mi paciente —Fue lo único que dijo y los dejaron solos y sin añadir nada más se fueron. 

Edmond fue a cerrar la puerta con llave e inmediatamente de la mano jaló a Michael hacia la cama y comenzó a desvestirlo, mientras él lo miraba sin comprender bien que pasaba. Michael se sentía como un niño que se dejaba vestir mansamente y se dio cuenta que Ed procuró no tocarlo íntimamente, pero pudo notar que estaba excitado por la forma en como respiraba. Cuando estuvo totalmente vestido Edmond lo abrazó.

—Michael, debemos irnos a América, allí podremos estar tranquilos, nadie nos molestará y sobre todo, nadie nos alejara.
—Está bien. No quiero alejarme de ti. —Michael no protestaba y aceptó lo que le dijo aunque no supo porque lo decía, sólo obedecía a su doctor sin poner resistencia ni pedir explicaciones.

Sabía que eso a Edmond lo emocionaba terriblemente pero le daba la impresión que para su salvador era como si estuviera manchando algo en él. Michael se daba cuenta que su médico se contenía mucho pero a esas alturas, el amor que sentía ambos era notorio, inevitable e imparable. Hacía un año que ambos compartían una relación íntima de caricias y besos, se tocaban y juntos llegaban al clímax, pero había algo más por descubrir. 

No quería quedarse con la idea de que algo faltaba pero Ed no quería dar el siguiente paso como así se lo hizo saber en una ocasión, porque decía que no quería manchar su inocencia, quizás era realmente que por su inexperiencia no quería seguir adelante pero si tenía que ser honesto no sabía exactamente el motivo. En el fondo algo le decía que Ed tenía terror de quitarle esa inocencia que decía que tenía pero a la vez moría por hacerlo completamente suyo. 

Edmond lo abrazó más fuerte por un momento, lo soltó y salieron de la habitación tomados de las manos y caminaron directo al coche que los esperaba.



»continua...

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