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lunes, 22 de febrero de 2021

Fanfic: Salvado (Destiel-Supernatural) Capítulo 2

La habitación


Al abrir los ojos, Dean, vio que estaba en un lugar totalmente distinto. Era una habitación en donde todo en ella era en una totalidad de blanco en todas sus tonalidades. Temía moverse y darse cuenta que era un espejismo, así que solo miraba lo que sus ojos alcanzaban a ver. Casi no había nada en ella, a un lado había una mesa algo grande y vacía con una silla a un lado. En las paredes no había cuadros ni nada que pudiera adornar el lugar. Movió sus manos y pudo notar que estaba sobre almohadones mullidos y de diversos tamaños, eran muy cómodos y perfumados.

Dean se relajó y por un momento cerró los ojos disfrutando lo más que podía de esa agradable sensación de estar a salvo. Temía que se despertara de ese maravilloso sueño y quería aprovechar mientras estuviera en él. Había tanta calma y paz en ese lugar que una modorra se comenzó a adueñar de su voluntad. Algo le decía que si se dormía quizás al despertar ya no estaría ahí y no quería eso, no podía irse sin agradecer a su salvador. Deseaba decirle que le debía una bien grande por haberlo sacado de ese horrible lugar, pero sobre todo, quería preguntarle si su hermano estaría a salvo a pesar que ya no estaba en el infierno.

La lucha que hizo por no dormirse fue tenaz y cuando estuvo a punto de hacerlo, sintió esa presencia ahí con él, observándolo desde algún lugar de la habitación y en un esfuerzo hercúleo abrió los ojos buscando a quien deseaba ver con todas sus fuerzas. Miró a todos lados, asustando y entusiasmado a la vez, deseaba verlo, pero a pesar que en esa habitación estaba solo él, tenía la certeza que no era así, Dean no estaba solo.

Al observar con mayor detenimiento el lugar en donde se encontraba, se dio cuenta que en esa habitación no había ni puertas ni ventanas. Contradictoriamente, eso no lo asustó sino que lo hizo sentirse todavía más a salvo de lo que anteriormente se había sentido.

Sentía que estaba siendo protegido, incluso de sus propios pensamientos, recuerdos y miedos.

— ¿Por qué no dejas que te vea? —preguntó en un susurro.

Una brisa suave le acarició el cuerpo haciendo que se estremeciera, su piel tomaba vida y el deseo que solo había sido una sensación sana de ser rescatado, se volvió más carnal, más mundana y eso lo asustó un poco.

Es ahí que se percató que estaba completamente desnudo y por más que intentó recordar si ya antes había estado de ese modo en el lugar donde antes estuvo, no pudo recordarlo.

—Dean, no temas —dijo aquella voz que le era ya tan familiar y que tanta tranquilidad le daba. —Dean… —repitió su nombre y se hizo eco en sus oídos produciéndole una satisfacción casi obscena.

Necesitaba desesperadamente verlo, conocer a quien lo salvo y conocer al dueño de aquella voz que tanto le daba sin merecerlo. Descubrió ahí echado en esos almohadones que ese ser era alguien de lo más importante para él y que jamás lo olvidaría.

—Deseo verte… —su voz la escuchó más ronca de lo habitual, incluso parecía ruda, desagradable y hasta grotesca comparada a la musical voz que le hablaba desde algún lugar de esa habitación. Temió decir nada más porque su tono de voz la sentía sucia e indigna.

—Me gusta tu voz, no temas usarla —respondió a su malestar interno.

El aire comenzó a faltarle cuando comenzó a sentir que esa presencia se había cada vez más fuerte, más presente y necesitó apoyarse en sus codos para poder tener una mejor visión de su entorno. Cuando todo se comenzó a poner más brillante, el necesitó parpadear varias veces en un intento de adaptar su vista a ese brillo intenso. Se puso de pie y colocó su brazo como si fuera una visera en un intento inútil por ver mejor, pero su deseo por ver a quién estaba ahí presente era grande.

Lo bueno fue que el brillo comenzó a menguar y fue tomando forma de un hombre. Cuando estuvo totalmente visible, Dean necesitó de toda su fuerza para evitar soltar un jadeo de asombro ante el ser que tenía frente a él. Muy cerca, a un palmo de distancia, se encontraba el hombre más hermoso que jamás hubiera podido existir y estaba totalmente desnudo como él. Dean lo vio que lo observaba directamente a los ojos, pero sentía que era su alma la que estaba sido escaneada, devorada con tanta intensidad que por primera vez, fue consciente de su desnudes.

Intentó decir algo, cualquier cosa, pero nada salía de sus labios, solo estaba ahí parado muy cerca mirándose a los ojos y literalmente sentía que todo el oxígeno había sido retirado del lugar. Cuando comenzó a jadear porque sentía que se asfixiaba, vio que ese ser ponía cara de asombro y luego el aire comenzó a llegar a sus pulmones haciendo que pudiera nuevamente respirar.

—Lo siento, Dean, aun no controlo bien las cosas aquí. —Se disculpó mientras él recuperaba el aliento—. Aquí me tienes —dijo y a pesar que su expresión era ilegible, los tonos de voz decía mucho más que sus expresiones faciales.

Dean no sabía que decir ni que hacer, estaba paralizado ante esa intensa mirada que lo examinaba desde adentro hacia afuera logrando que se sintiera mucho más desnudo de lo que estaba, eso le gustaba y lo hizo sentir cosas que jamás había sentido por otra persona, especialmente por otro hombre. Esos hermosos ojos azules que lo tenía prendido a su mirada, le hacían sentir muchas cosas.

Fue bochornoso cuando sintió que estaba excitado y lo que era peor, estaba totalmente erecto, al punto del dolor. Sin pensarlo dos veces, llevó sus manos hacia su miembro en un intento de cubrir su vergüenza, pero solo logró emitir un gemido al sentir el roce de sus propias manos. Necesitaba urgente liberarse, pero nada en el mundo haría que lo hiciera delante de ese angelical ser.

Para su total mortificación, aquel hombre fue bajando su mirada desde sus ojos hacia su boca, luego hacia su cuello, pecho y finalmente se quedó mirando hacia sus manos que cubría, no del todo, su erección que ahora estaba goteando su deseo. Vio como miraba con curiosidad, como si fuera un niño descubriendo los secretos que los adultos ocultaban porque la mente inocente de ellos no debía saber nada sobre lo que ellos hacían a escondidas. Su piel comenzó a quemar y sintió que bien podía incinerarse o explosionar espontáneamente.

—No tienes nada de qué avergonzarte, Dean —dijo y a su vez se miró su propio cuerpo. Dean tuvo que tragarse un gemido al ver que él también estaba igual de excitado— También tengo la misma reacción hacia ti, es por eso que no pude devolverte aun al mundo y por eso te traje aquí.

Mientras hablaba se miraba el miembro como si nunca hubiera tenido uno ni mucho menos una erección y le causara profunda curiosidad. Al tocarse a sí mismo, emitió un gemido que sonó más a un jadeo fuerte que en respuesta hizo que Dean apretara sus manos inconscientemente, haciendo que su cuerpo se estremeciera del placer.

«Dos hombres no deben hacer esto, ¿o sí? » se preguntó incapaz de darle una respuesta sincera.

—Esto también es nuevo para mí —habló ese hombre en un susurro— jamás tuve intensión de experimentar esto, pero sin embargo, lo deseo si es que es contigo.

Dean se mordió los labios y diversas imágenes de ellos dos en echados en los almohadones enredados entre caricias, besos y gemidos, piel con piel, rozándose hasta que ambos gritaran de placer llenó su mente haciendo que se tambaleara un poco. Al alzar la vista vio como ese ser lo miraba entornando los ojos en una pose de total concentración mirándolo; era como si estuviera viendo lo que pensaba y eso lo mortificó, aun así las imágenes seguían en su mente y por alguna razón siguió imaginándose a ambos descubriendo nuevas caricias, nuevas palabras, nuevas sensaciones.

Dean deseaba descubrir mucho más junto a él y comprendió que solo sería con él.

—No soy gay, jamás estuve ni pensé estar con un hombre —se escuchó decir cuando vio que ese ser se le acercaba todavía más. Sabía que si sentía la piel del otro, sus muros se derrumbarían y él se abandonaría al placer de sentirlo.

—Me deseas —no era una pregunta. Esos ojos azules seguía fijos en los de Dean y él deseaba que nunca dejara de hacerlo.

—Sí, lo hago —respondió incapaz de mentirle y por alguna razón sabía que él sabría la verdad aunque no la dijera.

—También te deseo, pero tú tienes miedo —nuevamente no era una pregunta.

—No, sí… —Dean no pudo evitar sonreír y a pesar que ese ser no le devolvió la sonrisa, pudo ver como sus ojos brillaban, era como si le divirtiera la contradicción que sentía. Y estaba seguro que él la podía sentir también.

—Deseas tomarme y lo aceptaría gustoso, pero creo que eso sería forzar algo que debe ser realizado sin presiones o confusiones —y al decirle eso, Dean pudo sentir el aliento en sus labios y deseos besarlo, besarlo hasta perderse embriagado por esa nueva sensación que estaba experimentando.

Jadeó cuando él se alejó un poco de Dean y la neblina de lujuria se dispersó lo suficiente como para darse cuenta que deseaba a un hombre, un hombre y no una mujer. Pensó por un breve momento que si hubiera sido así y en vez de un hombre estuviera una mujer desnuda frente a él quizás sin pensárselo mucho la habría tomado, aunque tenía dudas por primera vez en su vida.

—Pude haber aparecido como una, pero tú escogiste esta forma —respondió a su dilema interno y Dean frunció el ceño confundido ante esa revelación.

— ¿Yo decidí que fueras hombre y no mujer? No soy gay —volvió a repetir. Sin embargo, en el fondo se dio cuenta que era cierto, si se ponía a pensar bien, siempre pensó que esa luz era masculina y no femenina— ¿Cómo es posible que puedas escoger que apariencia tener?

—Nosotros somos asexuales, no tenemos un sexo o género definido, solo optamos el que nos hace sentir mejor y más cómodos. No es algo extraordinario, es más bien, algo natural, así como el expresar nuestro deseo hacia otro ser —le explicó y Dean estaba asombrado ante la idea de poder escoger ser chico o chica.

— ¿Tú con cual te sentías más a gusto? —no pudo evitar formular la pregunta sino más bien la dijo como inquietud y vio como él desviaba la mirada hacia la mesa.

—Me daba igual… hasta ahora —dijo y su mirada volvió a Dean.

Eso por alguna razón hizo que se sintiera satisfecho, satisfecho del hecho que ese ser decidiera ser algo que a Dean le hubiera gustado, pero ese pensamiento lo llevaba de nuevo a la idea de que él lo deseaba como hombre y eso lo asombro.

Nuevamente, ese ser se le acercó mucho. Podía sentir su olor, su aliento y por alguna razón pudo darse cuenta que no respiraba, eso lo inquietó un poco, pero con los labios del otro tan cerca y su mirada prendida en la suya, sus neuronas poco o nada podía hacer para trabajar con normalidad.

Sin un aviso previo, sin una señal para que Dean se preparara, él lo beso y Dean sintió que por fin había llegado al paraíso.

El beso fue intenso, fue como si le quemara y a la vez lo refrescara, sus bocas juntas danzaron como si ya antes se hubiera conocido, era como si una supiera lo que la otra deseaba y Dean no pudo evitar gemir al llevar su lengua a la cavidad húmeda del ser. Este se estremeció ante esa invasión, pero dejó todo el control a Dean y éste supo que nunca tendría suficiente de él.

Automáticamente sus manos acariciaron cada parte del cuerpo de aquél que tenía en sus brazos y vibró de emoción al sentir lo afectado que estaba igual que él. Dean sentía que se ahogaba en el dulce éxtasis cuando sus erecciones se presionaron juntas y ambos comenzaron a frotarse sin ninguna vergüenza. A su vez, sus bocas seguían en una danza guerrera en la cual cada vez era más intenso el beso que se estaban dando. Cuando Dean necesitó de oxigeno escuchó como el hombre protestó y buscó sus labios en búsqueda de más.

Dean sonrió y le dio cortos besos mientras sus manos seguían explorándolo.

—Calma vaquero, pero necesito oxígeno para respirar.

—Es verdad, me disculpo —y al decirlo se alejó de Dean dejándolo con un frío que lo hizo temblar.

Dean lo necesitaba más de lo que quería aceptar y estaba seguro que ese hombre se sentía de la misma forma que él.

—No tienes que alejarte… —susurró Dean intentando no asustarlo. Si no había entendido mal, él nunca había estado con nadie antes, aunque el hecho que ambos se conocieran tan bien, lo hacía pensar que ellos habían sido destinados a estar juntos ya que ambos encajaban a la perfección.

Vio con mucho placer y satisfacción como ese hombre volvía a sus brazos y dejaba que Dean lo acariciara nuevamente.

Ambos se tumbaron, así desnudos sobre los almohadones y se quedaron por mucho rato de esa forma, solo disfrutando de la cercanía del otro y por momento dándose besos que cortaba para evitar que sus cuerpos tomaran el control.

—Debes ya regresar —escuchó de pronto que le decía con voz suave y baja luego de compartir un beso especialmente intenso.

Dean se puso tenso y comprendió que se estaban despidiendo, pero él no quería irse, no lo dejaría ahora que lo había encontrado.

—Me quedaré aquí, contigo. No puedo irme sin ti y estoy seguro que tampoco deseas que me vaya —Le dijo mientras lo abrazaba con fuerza.

Se quedaron callados por un largo rato, pero sentía que él se había alejado un poco de Dean, por más que lo acariciaba y se dejaba tocar, lo sentía cada vez más lejos y eso lo asustó.

—No me iré —repitió neciamente—. No puedo dejarte, esto es algo que jamás sentí y no quiero perderlo, por favor no me lo quites, no me alejes ni me abandones, sé que no quieres que me vaya —Dean se aferró al cuerpo ajeno con tal desesperación que sintió cómo el hombre que tenía en brazos se estremecía.

—Mi misión era solo sacarte del infierno, pero no pude devolverte inmediatamente, no pude —escuchó la voz amortiguada por su pecho.

— ¿Cuál es tu nombre? —preguntó Dean en un intento de distraerlo y alargar más el momento de ellos.

Ese ser se alejó lo suficiente para que ambos se pudieran mirar a los ojos. Esos hermosos ojos azules danzaban en una mezcla de tristeza y alegría que lo abrumó. Dean no lo abandonaría, no lo dejaría así se lo exigiera.

—Mi nombre es Castiel y soy un ángel del señor.

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