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viernes, 28 de septiembre de 2018

El hombre en el espejo - parte 2

Paciente 35782 
Ala Norte


Aquellas habitaciones no eran como las demás del hospital, realmente ese lugar era muy distinto, especialmente en esa ala, ya que parecía más una casa de reposo que un hospital psiquiátrico. Las habitaciones eran como la de algún aristócrata, muy cómodas, amplias y muy ventiladas. En la habitación de Michael, tenía una cama de cedro muy grande, con hermosas decoración talladas en la cabecera y pies, las paredes tenían enchapado en madera. Poseía una chimenea que era más de decoración, pero que era usada siempre y cuando algún enfermero estaba presente por seguridad, y sobre ella tenía un hermoso pero muy antiguo espejo con bordes de madera labrado en caoba. A Ed le gustaba mucho esa habitación en particular, había un candelabro con velas que más era de adorno decorativo.

El joven doctor caminó muy despacio hacia la gran cama y vio a Michael con una expresión turbada. Algo le estaba molestando. Edmond no había podido ir en dos días, ya que estuvo estudiando su expediente clínico. Se sentó a su lado en la hermosa silla labrada con acolchados cojines y le tomó la mano a modo de intentar mantenerlo en la realidad, un sentimiento de agonía lo sucumbió cuando Michael se quejó.


—Michael... por favor, no te alejes... aquí estoy. Siento mucho lo del sedante, pero sé que no dejarás que el vacío te jale, no cuando ya estabas casi afuera de él... por favor, vuelve… Vuelve a mí.


"Oscuridad...
Solo había oscuridad, otra vez Michael estaba sumergido en esa horrible oscuridad; Sin embargo, habían personas caminando a su alrededor que intentaban tocarlo, hablarle, atormentarlo como cuando era niño. A pesar de lo oscuro los podía ver y sentir y él sabía lo que ellos eran realmente. Por culpa de la maldita medicina que le daban, era cuando los veía más claro y los escuchaba más fuerte. Esa medicina era la responsable que estuviera en ese lugar, al igual como sucedió cuando estuvo en su casa. Durante muchos años lo tuvieron sedado, haciendo peor su tormento; a pesar de que él en varias ocasiones podía hacerles creer a su familia que estaba dormido pero no siempre era así.
Michael en ese momento estaba en un suelo frío, envolviendo sus piernas con sus brazos y su cabeza escondida lo mejor que podía entre las rodillas; a su vez, estaba temblando, ya que no quería estar allí porque ese lugar era horrible, sentía frío y miedo, las dos cosas a la vez y era una sensación horrible. Algunas de esas personas podían tocarlo, logrando que se estremeciera del miedo. Otros le gritaban tan fuerte que sus oídos podían sangrar del dolor, aunque no sabía si el dolor era emocional o físico. Igual era una sensación desagradable.
« ¿Dónde estaba Edmond? »
« ¿Dónde está? —se quejó su mente y su alma— ¿Porque no había venido a verme? »
Michael sabía que su doctor se llamaba Edmond, un alto y hermoso hombre con el cual se sentía seguro y a salvo. Se sintió solo y abandonado cuando su médico no apareció cada día en su habitación, temblando se preguntaba repetidas veces del porque no había ido; quizás, ya se había cansado de él y por eso lo había dejado solo...
«Solo otra vez».
Michael no sabía cómo, pero sabía que él era su salvador y que podría callar las voces y alejar a las personas que le querían hacer daño. Sin embargo, en ese momento estaba solo, muy solo hasta que una voz gruesa y familiar se dejó escuchar en aquella cacofonía de voces y dentro de todo ese caos de imágenes y ruido pudo escuchar a su salvador que lo llamaba.
“Michael... por favor, no te alejes... aquí estoy... Siento mucho…, pero sé que no dejaras que el vacío te jale…, …estabas casi afuera de él... por favor, vuelve… Vuelve a mí.”
Con un suspiro de alivio y paz, sintió como esas palabras lo aferraban y confortaban, Michael sonrió sintiéndose nuevamente a salvo. Su doctor no lo había abandonado y estaba aquí y por su tono desesperado y angustiado tenía las mismas ganas de las que él tenía y sentía de verlo y de sentirlo junto a él."


Ed no sabía cuánto tiempo se quedó sujetándole la mano cuando alguien lo movió para despertarlo de un sueño que él no se dio cuenta que lo había reclamado. Al abrir los ojos vio a Susan que lo miraba con preocupación.

—Ed, no permitiré que se quede aquí sin comer nada —dijo mientras dejaba una charola con comida en una mesa de madera que estaba a un lado de la silla —Necesita comer algo, si enfermase ¿quién vería a los pacientes?
—Gracias. —Le respondió algo adormilado.

Ed soltó la mano de Michael y con asombro vio que la expresión de su paciente estaba más relajada como si estuviera en paz por fin, él sonrió, pero luego habló serio.

—Debieron avisarme inmediatamente, saben que puedo tranquilizarlo, no importaba si me interrumpen, todos hubieran comprendido —le dijo y Susan miró a Michael que dormía.
—Yo estaba en la sección de consultas, me enteré cuando los enfermeros llegaron y contaron lo que pasó. Sabe que ellos son nuevos y piensan que estos enfermos no tienen remedio —antes que Ed protestara ella se adelantó— sé que quiere sacarlos, pero tiene que tener en cuenta que no se puede antes de los tres meses de su estancia, son las normas.

Ed respiro frustrado, sabía que ella tenía razón, pero eso no quitaba que él hablaría con esos hijos de puta. Debieron avisarle antes de suministrarle medicación alguna. 

En silencio comenzó a comer. Notó al mirar la ventana que ya era de noche. Susan le iba contando que el doctor Keyton fue quien se hizo cargo de sus consultas del día. Le informó también, como el resto del día había pasado sin mayor problema y como ella personalmente, había llamado la atención a esos dos enfermeros que tenían la costumbre de los otros hospitales en donde todavía se mantenían los métodos tortuosos y los fuertes sedantes para controlar a los enfermos mentales. En este hospital no se suministraba ningún sedante si antes no aprobaba el médico responsable de lo contrario se les daba un tranquilizante que no los dormía, sólo los relajaba.

—Son unos cavernícolas. —Se quejó— voy a quedarme esta noche, pero me gustaría ir a darme una ducha rápida ¿podría quedarse un momento? Prometo no demorar más de una hora.

Susan aceptó de buena gana y tomó uno de los libros que le estaban leyendo a Michael, comenzando a leer en voz baja, pero no lo suficiente como para que no escuchara su joven paciente. Ed comprobó que el rostro de Michael seguía tranquilo y sereno lo que lo dejó más tranquilo, hizo a un lado el plato con restos de comida aún y se retiró casi corriendo a sus habitaciones a bañarse. 

Para cuando llegó por fin a su destino, ni bien cerró la puerta de la habitación que usaba como aposento, fue sacándose cada prenda para no perder tiempo. En la ducha ya desnudo, se metió en ella agitado y dejó que el agua fría, casi congelada, se llevara todo el estrés que le ocasionó ver a Michael sedado nuevamente. Él le había prometido que no habría más medicación extra, lamentablemente no pudo cumplirle.

Ed golpeó fuerte la pared a modo de liberar su frustración, pero sólo logró lastimarse la mano. Como no era opción tener una fractura decidió terminar con ese baño y apresurarse ya que Michael lo necesitaba. Tomó la barra de jabón y haciendo espuma, comenzó a frotarse el cuerpo; de pronto, la cara de Michael acechó en sus pensamientos. Verlo en su cama dormido como si fuera un ángel descansando lo abrumó y recordó lo hermoso que se veía en la cama dormido que solo hizo que deseara sacarse la ropa y meterse debajo de las sabanas junto a él. Abrazarlo y jamás dejarlo ir de sus brazos, quería curarlo, protegerlo… amarlo. 

Sin embargo, aquello no podía ser ya que curarlo era imposible, Michael era un paciente diagnosticado como esquizofrénico, había pasado muchos años en estado catatónico debido a su perturbado estado y a la fuerte medicación de sedantes que le daban. Para todos él era un paciente crónico y sin esperanza de recuperación.

Edmond estaba desconcertado cuando se enteró de su historia, no comprendía como sus padres prácticamente lo habían abandonado en el hospital. Nunca iban a visitarlo y sólo enviaban el pago con un mensajero junto con dinero para sus necesidades básicas fuera de la cuota de residencia. Fuera de eso nada más, ni su madre ni hermanos, nadie lo visitaba. Eso era realmente triste. Por un lado, agradecía que Michael hubiera estado en estado catatónico porque de esa manera no se dio cuenta que no era visitado por sus familiares, pero ahora que estaba ya más consciente de su entorno, sabía que era cuestión de tiempo que Michael le preguntara por su familia.

Edmond sacudió su cabeza, la mayor parte del tiempo pensaba en su paciente, en su angelical rostro, en sus labios rosados, sus cabellos negros y sedosos. Como cada noche, soñaba con él y en esos ojos que lo hechizaba de una manera que jamás pensó posible. Ed cerró los ojos y su mano encontró el camino a su miembro extremadamente endurecido ante la visión que su caprichosa mente lo hacía ver cada día y noche haciendo que se acariciara lentamente pero con firmeza. Siempre se preguntaba cómo se sentirían aquellos labios rojos sobre su miembro. 

A medida que aumentaba las imágenes, aumentaban los movimientos de su mano porque el deseo de tocar aquella piel cremosa lo dejaba sin aliento. Se maldecía ante los celos que inexplicablemente aparecían al pensar que eran los enfermeros quienes bañaban y aseaban a su joven paciente. Y los maldecía a ellos por ser quienes lo tocaban y no ser él quien se encargara de tan íntimo acto de bañarlo, sus caricias aumentaron más el ritmo. 

Sus manos no sólo recorrían toda su longitud, sino también acunaban con firmeza su saco. Poco a poco se iba tensando mientras jadeaba cada vez más fuerte y sus caderas se movían sin control. Su mente era un caos lujurioso. Su piel ardía, sus ojos estaban nublados por la lujuria; a la vez, sentía sus manos en tan sensible zona provocando espasmos de placer. Su miembro era un hierro envuelto en un suave terciopelo de piel. Pero él, estaba ansioso por realmente sentir los labios de aquel joven que empezaba a salir de su letargo despertando en Edmond los más bajos deseos. Moría por sentir su húmeda boca y sobre todo sus dientes rasgando su sensible piel.

Instintivamente, Ed paso sus uñas por todo su largo haciendo que se amalgamaran su fantasía con la realidad, con ese acto pudo alcanzar su clímax con un grito ahogado. Su cuerpo tembló con fuerza ante la descarga de su orgasmo y sus piernas casi ceden ante el momento de frenesí. Desahogó toda su ansiedad por Michael pero como cada vez sucedía luego de esos momentos, le llegaban los remordimientos.

Sabía que un hombre no debería ver ni desear a otro hombre, peor si ese mismo hombre es su paciente. Él no estaba con sus facultades mentales sanas, Michael estaba fuera de la realidad, fuera de su propia realidad, pero sobre todo, fuera de su alcance y de sus inquietantes deseos carnales.
Con un sollozo de lamento terminó de bañarse, tomó una toalla y salió del baño directo a vestirse y estar listo para ir a velar el sueño de quien era en secreto su más ansiado anhelo.


»continuará...

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