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jueves, 31 de mayo de 2018

El intenso día de Alexander - Capítulo 2

Ya en camino

Cuando estaba en la carretera vio a un lado del camino un convertible verde en el cual estaba una hermosa y voluptuosa mujer de larga cabellera castaña. Un vestido ceñido delineaba el cuerpo de aquella delicia y lo mejor era que estaba sola mirando a todos lados. 

Lex sonrió “una damisela en problemas” suspiró feliz ante su suerte. Se detuvo justo frente a ella. 

— ¿Algún problema? —preguntó con voz tranquila. 

—Sí, este auto no funciona —respondió la chica con voz frustrada, aunque se mostraba interesada en los hermosos ojos de color celeste de Lex, al menos eso deseaba él. 

— ¿Hacia dónde vas? 


—A la ciudad, necesitaba llegar hace una hora, pero me quede botada aquí sin ayuda y eres el primero en detenerse —explicó algo alterada. 

—Vamos —dijo con una sonrisa en el rostro—, pasaré por la ciudad de camino y puedo llevarte donde quieras —al ver a la joven mirar su auto añadió—. Podemos pedir que vengan por tu auto y lo lleven al taller de tu confianza mientras nosotros estamos en lo nuestro —habló sin ninguna delicadeza. 

Lex deseaba ese cuerpo que lo invitaba a recorrer todas esas curvas. Morder cada montículo que sobresalía de ese vestido que no le estaba dejando nada a su imaginación. La mujer, de quizás unos treinta años, notó la implicancia de su declaración y ahora ella estaba muy interesada. Sonrió y caminando lentamente hacia el lado del copiloto y contorneándose un poco más de lo necesario subió al auto. Después de cruzar las piernas alzándolas más de la cuenta, le sonrió y juntos fueron hacia la ciudad. 

Lex no mintió, llamó a una empresa seria de grúas para que se encargaran del auto de la mujer. Para cuando llegaron a la casa de ella, está ya le había hecho una maravillosa mamada de camino; mientras que dejó a Lex que explorará con una mano en su bien formado trasero. 

Su día iba a ser muy movido ya que pudo comprobar que ella no traía ropa interior. Después de asegurarle que vivía sola, le invitó un café en agradecimiento por darle un aventón a la ciudad. Él no lo pensó dos veces y aceptó la invitación de aquella mujer. Aquello sólo fue solo un trámite porque él iba a entrar sí o sí y ella lo sabía. La humedad que dejó en su auto y en su ropa le dijo que ella estaba aún más caliente de lo que sus sentidos de lobo podían detectar. 

Un par de horas más tarde, estaba nuevamente en la ruta hacia el territorio de la manada de Marshall. Con una sonrisa en la cara, recordó como la mujer se había quedado casi inconsciente en su cama asegurándole que lo estaría esperando ansiosa a que volviera.

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