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jueves, 31 de mayo de 2018

El intenso día de Alexander - Capítulo 1

En el departamento de Alexander 

En el balcón de su casa de dos plantas, a las afuera de la gran ciudad, Alexander estaba parado completamente desnudo con un vaso con whiskey sin hielo en una mano. Con la mano libre iba acariciando perezosamente su miembro endurecido. La mirada la tenía perdida en la hermosa vista del campo amplio y de fondo: los grandes edificios de la ciudad como marco de una nítida imagen que disfrutaba mirar siempre. 

El lugar donde vivía era una zona urbana apartada y privada. En ese sitio había casas chalet y algunos edificios de apartamentos de no más de cinco pisos. Su casa daba directo al campo dándole privacidad absoluta en las noches. Así le gustaba, ya que a su lobo necesitaba terreno para correr; y a la vez, su lado humano deseaba el contacto con personas, por ende la privacidad era importante cuando tenía determinado tipo de encuentros, sean de su raza o de humanos. 

Una sonrisa maliciosa dejó ver en su rostro. 


El pensar en los humanos le provocaba placer, en especial en el joven desnudo que lo esperaba en la habitación del fondo. Lex apropósito estaba demorando, esa era su forma de torturar a sus presas antes de darse un gran banquete con ellos. Hasta donde se encontraba parado podía escuchar los jadeos de aquel joven que en ese momento estaba haciendo ‘su tarea’ como le había ordenado. 

Ese pensamiento de obediencia hizo que su miembro saltara y latiera aún más en su puño. Los sonidos eróticos que hacían eco a lo lejos lo estaba volviendo loco. La audición de un hombre lobo era mucho mayor que la de un humano así que era como si estuviera a su lado. Lo escuchaba con suma claridad, aquella melodía de jadeos entraba por sus oídos y recorrían en forma de ráfagas eléctricas de placer por todo su cuerpo hasta concentrarse en su miembro. 

Aquella sonrisa se ensanchó al recordar sus palabras justo antes de salir de la habitación de invitados: 
“En su gran cama dejó al joven desnudo y con varios accesorios a su disposición. Una vez que se había desnudado frente a él y al ver como en el joven se elevaba su excitación, lo miró fijamente y le ordenó.
—Toma el juguete que quieras y prepárate para mí. Me gusta que estén muy estirados y especialmente lubricados. No suelo perder tiempo a la hora de alimentarme de mis presas.
Vio con sumo placer como el chico se estremeció y gimió ante sus palabras. Lex sonrió abiertamente, satisfecho al ver la reacción del joven incauto ante sus palabras que aunque eran serias, no eran para nada frías ni distantes. Era más bien una extraña combinación entre lujuria y dominio.
Sin decir nada más, saló de la habitación.” 
Ahora estaba escuchando cómo el joven jugaba consigo mismo en una juiciosa manera de obedecer para poder recibirlo. 

Como un hombre que cambia a animal, su anatomía era claramente distinta a la de un hombre común ya que sus fuertes rasgos y sus muy bien dotados músculos no se comparaban con los de ningún hombre que se ejercitaba. Aunque él no era musculoso como los soldados de las manadas. El cuerpo que poseía, era más como una obra de arte, y así era porque las figuras de los antiguos griegos eran como el suyo. 

Lex soltó una pequeña carcajada ahogada ante ese recuerdo. 

Si los humanos supieran que los artistas antiguos siempre usaban a hombres cambiantes como modelos para sus obras y más de un griego hubiera gritado de pavor si se vieran descubiertos sobre que sus muy perfectas creaciones no eran de humanos. Descubiertos de que sus cuerpos no eran tan perfectos como el mundo cree que lo eran o que lo son. 

«Hijos de Dioses, se dicen así mismos. Al menos en algo tenían razón.» pensó maliciosamente. 

Lex quitó esos pensamientos al oler la fuerte excitación que subía en su presa, estaba a punto de venirse y eso Lex no lo permitiría. Cuando eso sucediera, él debía estar dentro de él, para así poder verlo explotar en éxtasis y sentir como se contraía debajo de él en el momento de su liberación. 

Con calma dejó el vaso casi vacío en la mesita de café y caminó lentamente como animal al asecho. Al llegar a la habitación, vio con sumo placer que el joven estaba con los ojos entrecerrados mirando hacia la puerta, esperándolo ansioso y al verlo entrar mojó sus labios con la lengua dejando un rastro húmedo en ellos. Su mirada estaba acuosa por la pasión. Las piernas estaban abiertas mostrando ante sus ojos un miembro duro, largo, circuncidado y lloroso esperando por él y ver todo el abdomen del joven mojado por su deseo y ansias de ser ya devorado lo tenía al borde de explotar. 

Y eso era muy cierto. Estaba a punto de ser devorado y explotaría sin compasión. 

Lex sonrió levemente al ver que el muchacho de no más de veintidós años humanos, dejó de mover el dildo tamaño extra grande de su interior. Desde ahí, podía ver como su entrada latía, haciendo que el aparato se moviera solo. Parecía que le decía ‘ven’ desde la entrada fruncida y rosada que estaba claramente lubricada. 

«Chico obediente.» pensó con satisfacción. 

Prueba de ello, se podía ver las sabanas manchadas del líquido que había usado en él, también pudo ver el brillo en todo su cuerpo. 

«Chico demasiado obediente.» se dijo a sí mismo mientras ya estaba disfrutando de hacerlo esperar. 

—Buen chico, eres muy obediente… —Susurro Lex en un trance de éxtasis. 

Aunque lo dijo más para el mismo que para alagar a su presa, el joven sonrió y extendió sus brazos a los lados, con las piernas aún en alto, mostrándose sin vergüenza y ofreciéndose mansamente. Era como una presa lista para un delicioso sacrificio, un sacrificio de placer absoluto y desbordante que estaba a punto de llevarse toda la poca cordura que aún le quedaba. Lex estaba seguro que la perdería por completo una vez que lo tomara. 

Poco a poco, el lobo dentro de Lex comenzó a emerger ansioso haciendo que sus ojos de un celeste muy claro, casi blancos, cambiaran por un color marrón terroso. Al instante lo controló, no quería asustar al joven dejando que vea su lado animal. 

Una vez que lo tuvo controlado, caminó lentamente hacia él bordeando la cama, era claro que el joven solo tenía una cosa en mente, sexo. Al llegar hacia el otro extremo, subió en ella y apreció por un momento al que tenía en frente. Él era de muy buena apariencia, lo que las mujeres dirían ‘muy lindo’. Su cabello era rubio dorado y los ojos los tenía de un tono verde intenso, esa apariencia era como la de un querubín; sin embargo, contrarrestaban con el cuerpo fuerte que tenía y su altura sería no más del metro ochenta. 

Una delicia completa, pensó relamiéndose los labios al llegar justo sobre él. El chico envolvió sus piernas a la cintura del hombre lobo presionándolo a su cuerpo caliente y resbaloso. Un estremecimiento placentero sintió al sentir aquella humedad y la erección ajena sobre su abdomen casi lo hace jadear. Su propio miembro se alineaba de forma natural sobre el dildo que todavía estaba en la entrada del joven. 

Lex abrió los ojos dándose cuenta de que los había cerrado. Era difícil no dejarse llevar por el éxtasis que estaba experimentando. 

Bajo la cabeza y lo besó como si fuera un hombre hambriento, excavando con su lengua la profundidad húmeda de sea boca que lo invitaba con cada gemido y cada movimiento de cadera que sentía bajo él. 

No se había equivocado con ese joven. Los humanos calientes y apasionados poseen un olor característico. Los cuerpos de ellos, usualmente son más calientes que los del resto. El olor a la excitación natural es fácil de percibir en ellos y, él, como un lobo ya adulto podía reconocerlos a kilómetros, después de todo, era uno de los grandes depredadores de la naturaleza. 

Por eso, todas sus presas eran de esa clase. Calientes y muy ardientes. No importaba si eran hombres o mujeres. Lo que importaba para Lex, era que sean apasionadamente entregados a la hora de tener sexo. No le gustaba los fríos, o los que solo quería que los tomara sin sentido. No, ellos tenían que ganarse que los tomara. 

Rompiendo el beso, bajó un poco hacia el sur de aquel cuerpo que temblaba ante su cercanía. Al quedar sentado sobre sus talones, vio con lujuriosa curiosidad como aquella fruncida entrada estaba tomando aquel aparato que fue hecho especialmente con la medida de su miembro y era un real espectáculo ver como los músculos se contraían entorno al artefacto dentro de él, chupándolo con ansias. 

Sin más preámbulos, sujetó el aparato y lo sacó hasta solo dejar la punta, para luego introducirlo rápido, pero a mitad de camino, se detuvo y poco a poco lo fue metiendo en aquella entrada ahora deliciosamente enrojecida. Un gemido fuerte se dejó escuchar. Él, alzó la vista, logrando ver como el joven arqueaba la espalda y la expresión del chico era de un placer absoluto. 

Complacido por la reacción que tuvo su presa mientras introducía y sacaba el aparato entre rápido y lento, decidió darle un premio. Ahora lo hacía girar mientras lo sacaba y metía. Esto hizo que los gemidos fueran aún más fuertes, ese juego tortuoso estaba ya consumiéndolo. Él mismo ya estaba segregando gran cantidad de líquido pre-seminal mojando aún más las sabanas. 

—Por favor… ya no… quiero más… deseo… 

Lex soltó una carcajada de satisfacción al ver cómo el muchacho perdía la cordura. Él estaba tan duro que le era ya muy doloroso, deliciosamente doloroso, pero a pesar de que le gustaba ese dolor, quería también sentir el placer que le daría su liberación. Respirando profundo, sacó el dildo con un poco de premura, haciendo que un sonido sordo y un fuerte jadeo del chico por la sorpresa de sentir la perdida y seguramente el vació que sintió su acción, se escuchara como un eco en toda la habitación. 

Inmediatamente se inclinó un poco hacia delante, a pocos centímetros de aquella entrada, colocó el rostro y sopló ligeramente en la piel arrugada. Otro fuerte gemido dejó salir, aunque más parecía un grito del joven. Alexander ya casi sin control sobre su lobo ante aquel erótico sonido, alineó la punta roma de la cabeza de su miembro en la extendida entrada y nuevamente olvidándose de ser cuidadoso, se introdujo hasta la base de un sólo movimiento. Ahora sí, el grito que soltó su presa casi lo lleva al borde, nuevamente. 

Lex tuvo que detenerse un instante o se ridiculizaría ante el joven corriéndose pronto. Con su miembro latente dentro de la caliente entrada, respiró lento intentando calmar a su desbocado corazón. Después de unos cuantos segundos y sin más espera, comenzó a moverse lentamente saliendo casi completamente de él para luego avanzar por el largo canal golpeando en el proceso, el punto dulce del joven. 

Después de unos movimientos lentos fue incrementando la intensidad hasta que sólo se escuchaba los fuertes gritos de placer que llenaban la habitación. Lex, incrementó su ritmo, que ahora eran más fuertes y más bruscos. Sudor y placer se formaba en la espalda del hombre lobo, mientras miraba extasiado como su joven presa se retorcía bajo él demostrándole que ya había perdido toda cordura debido al placer que estaba experimentando. 

De pronto, el cuerpo firme de su presa se tensó y un grito ahogado y casi desgarrador salió de la boca en el preciso momento en que la cabeza del chico fue hacia atrás. El agarre estrangulador del esfínter sobre su sexo fue solo el principio de la explosión que sintió su joven presa debido a que alcanzó el clímax. Las manos del chico estaban en puños, sujetándose de las sabanas fuertemente como si su vida dependiera de ello; mientras, todo su firme cuerpo seguía tensó por el éxtasis que seguro ahora estaba sintiendo. 

Lex estaba poseído. 

Aquella vista era exótica y muy sexual. Él quería más de esa excelsa expresión. Su lobo exigía más del joven, sus movimientos eran más rápidos a pesar de que la entrada de su presa estaba prácticamente ahorcando su miembro; eso no le importó es más, le gustó. Los precisos golpes en la próstata del chico hacían que la erección del muchacho no bajara. 

Sujetándolo fuertemente de las caderas mientras seguía atormentando la glándula del joven, un segundo orgasmo atacó a su presa de improviso llevando a Lex al límite de su propio clímax. Su lobo aullaba de placer y sus garras se dejaron ver haciendo que soltara las caderas ajenas y las enterrara en el colchón a ambos lados del cuerpo que temblaba bajo él. El rostro de Lex estaba transfigurado en una expresión salvaje. No detuvo sus arremetidas, mientras el joven ya casi ronco seguía gritando de placer. 

—Córrete una vez más —exigió Lex en un sonido entre animal y humano. 

El aludido se estremeció ante la orden y con otro fuerte y último grito puso en blanco los ojos y no se movió más. El chico se había desmayado mientras se corría por tercera vez. Lex al verlo dejó que su propio clímax lo alcanzara y gritó tan fuerte que las ventanas retumbaron y por un milagro no se rompieron mientras llenaba y rebalsaba el canal de su ocasional amante. 

Una vez que terminó, cayó sobre el cuerpo inerte del muchacho. Sin poner todo su peso sobre él, espero a recuperar el aliento al igual que su respiración volviera a su normalidad. Cuando obtuvo el control sobre sí mismo, se levantó despacio saliendo de aquel caliente cuerpo. Su miembro estaba medio erecto aunque satisfecho, al menos, por ahora. 

Miró al muchacho inconsciente, le acarició el rostro por un momento y luego se dio media vuelta y caminó hacia el baño. 

Una vez dentro, abrió la ducha en agua fría, se dio un baño rápido y al salir atendió al muchacho limpiándolo con cuidado con una toalla húmeda tibia. Era seguro que no despertaría en un par de horas, al menos siempre era así con sus ocasionales presas humanas. 

Suspiró inconsciente del anhelo que su pecho le gritaba. Él hasta ahora no había encontrado a alguien que le siguiera el ritmo; no se quejaba, sino que en el fondo deseaba encontrar a ese alguien que pudiera soportarlo en la cama y sobre todo que conquistara su corazón y alma. Sin embargo, Lex estaba seguro que ese alguien, sería únicamente su pareja destinada. 

Haciendo a un lado esos pensamientos que usualmente lo llenaban de una incómoda melancolía, llevó la toalla sucia y la metió al tacho de ropa sucia. Regresó y comenzó a vestirse. Cuando estaba a punto de ponerse los pantalones, su celular sonó. 

—Padre —respondió respetuosamente. 

—Lex, necesito que vengas a la manada Fortaleza. —le informó sin preámbulos—. Se realizará un duelo y toda la manada debe estar presente —añadió su padre. 

— ¿Un duelo? Pero hace mucho que no hay uno —dijo mientras se terminaba de vestir. 

—Es necesario que vengas —la voz de su padre sonaba seria—, también ten cuidado porque hay vampiros aquí, no son peligrosos y no quiero que los ataques —añadió rápido—. Ellos son invitados. 

— ¿Vampiros… invitados? —Lex dejó a medias el ponerse las botas vaqueras que tanto le gustaba usar y se quedó en blanco. Sabía que su padre no aceptaría dar explicaciones así que no insistió—. Iré en este momento. 

Se despidieron y Lex terminó de calzarse. Concluyó su vestimenta con una camiseta de color negro, se giró hacia su presa inconsciente y con un suspiro resignado de que debía irse y dejar a aquel delicioso cuerpo, se lamentó tener que desperdiciar a ese chico delicioso. Había pensado salir y traer algo de comida para cuando despertara, pero ahora no podía quedarse, así que volvió a su celular y llamó a su amigo que también era un hombre lobo. 

—Gian, necesito un favor —dijo al escuchar que le respondió—. En un par de horas ven a mi casa y despierta al bello durmiente que está en mi cama. Ayúdalo a que se duche y vista, dale lo que pueda necesitar y verifica que llegue a salvo a su casa. 

— ¿Demoraras? —preguntó el hombre con picardía, Lex sonrió, ellos solían intercambiar presas o en los mejores casos, compartirlas. 

—Sí, voy donde el alfa Marshall y lo más que seguro es que estaré en ese lugar algunos días. 

— ¿Es por el duelo, verdad? —escuchó que le pregunto serio— Se dice mucho sobre eso, pero realmente nadie sabe a ciencia cierta de que se trata —le informó. 

Lex se quedó pensando un momento. 

—Bueno, mi padre sólo pide mi presencia. Ya te contaré a mi regreso —en eso recordó algo— ¡Ah! Si te acepta —haciendo alusión a su desmayada presa— puedes divertirte un rato, sólo recuerda dejar todo en orden. La última vez, Annie estuvo gritando que dejaste todo hecho un chiquero —le recriminó con burla en su voz. 

Su amigo sólo se rio. 

— ¿Sabes que esa hembra aún me llama? Claro como tú ya no la usas. Ella se conforma conmigo —la voz de Gian era algo resentida. 

A ninguno de los dos le gustaba ser plato de segunda mesa pero estaba seguro que su resentimiento no era tan grande como para rechazar a la hermosa y caliente mujer lobo que se encargaba de la limpieza en su casa. 

Lex se rio con algo de burla. 

Cortó la comunicación, después de asegurarse que su amigo dejara todo limpio cuando se retira. Guardó su celular y fue al armario de su propia habitación, ya que en esa no tenía lo que necesitaría llevar porque era la de invitados. Una vez listo con una maleta pequeña de viaje, salió sin mirar nada más y cerró la puerta con llave. Su amigo tenía un duplicado para entrar, así que no había problema en cerrarla. Caminó hacia el estacionamiento del edificio y subió a su Lamborguini negro con dirección al encuentro de su padre.

continua...

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