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viernes, 1 de junio de 2018

En la alberca - parte 1

Logan

─Bueno otra vez aquí en mi escritorio intentando plasmar en palabras lo que está en mi cabeza. 

Logan suspiró profundamente mientras susurraba aquellas palabras que decía cada vez que no podía escribir nada. Su escritorio estaba en la ventana que daba a la parte trasera de su propiedad donde veía casi todos los patios y jardines pequeños de todas las viviendas a su alrededor en donde casi la mayoría tenían césped, varias plantas y un árbol que daba sombra, especialmente que casi todas tenían una alberca o piscina. 

Esas casas eran “la típica casita de madera” en una zona urbana común y en donde todas tenían la misma apariencia con una entrada atrás y otra delante. Todas rodeadas por un cerco de tablones de madera de un metro de altura divididas por un pasaje angosto y poco transitado. 


La casa de Logan en especial siempre estaba tranquila. Él poseía un perro Beagle que en ese momento estaba dormido a los pies de su cama sobre una alfombra pequeña. Tenía también un canario amarillo que siempre llevaba desde la cocina a la segunda planta donde estaba su habitación donde era el lugar que pasaba más tiempo. 

Y justamente desde la ventana de ahí era que tenía la mejor vista. También podía percibir los deliciosos y no tan fuertes rayos de sol de la tarde de primavera. En ese momento la brisa era fresca, el sol tibio entraba tímido por la ventana y él estaba sentando en la silla frente a su ordenador dispuesto a realizar su trabajo como todas las tardes; pero las palabras no llegaban a salir de su mente, la cual estaba totalmente en blanco, o quizás no tanto. 

Logan había puesto el escritorio mirando hacia el patio de atrás porque le gustaba ver al cielo mientras dejaba que sus dedos escribieran las mil y una historias que compartía en internet. Le gustaba mucho hacer periódicas actualizaciones de ese modo mantenía consentidas a sus fans, eso le daba mucha satisfacción, aunque últimamente no pudiera hilar ni una sola idea entendible. 

En eso, su mente se distrajo al ver que esa persona salía a su patio. 

Por un instante se quedó muy quieto y como si su mascota percibiera su cambio de ánimo, alzó la cabeza y lo miró fijamente. Después de un momento hizo un bufido y volvió a acomodarse para seguir dormitando como si supiera que él estaba atento a cada movimiento de la persona que tenía frente a sus ojos. 

Logan aguantaba la respiración escondido en la sombra que le daba el árbol. Sabía que espiar a su vecino podría ser llamado acoso, pero mientras nadie se enterara, no veía el mal en su acción. Bajó la mirada sin mover la cabeza y vio la hora: tres y media de la tarde. 

Se mojó los labios y su corazón comenzó a latir más fuerte, su respiración se agitó y esperó por lo que vendría pronto. 

Sí. Oh sí, ya sabía que venía a continuación y lo deseaba con fuerza.


Benedict 

Ben salió a su patio trasero descalzo, vistiendo un pantalón deportivo y una camiseta sin mangas. Se detuvo en la parte en donde el piso era liso y sin césped, cerró los ojos y respiró profundo; abrió sus pulmones haciendo que su pecho se expandiera y agitó los brazos a la vez que hacía unos estiramientos simples. 

La hora que pasaba en su gimnasio ejercitándose hacía que su cuerpo se viera fortificado, no musculoso, pero sí fuerte y sobre todo firme en los lugares correctos; él tenía ya cuarenta y dos años y un negocio propio del que siempre intentaba estar el mayor tiempo posible viendo como rendía frutos su empresa. Por fortuna, le iba muy bien al punto que se daba el lujo de estar relajado en su piscina por las tardes. 

En especial, últimamente. 

Terminó de estirarse y abrió los ojos, sin mirar nada más que el suelo comenzó a sacarse la ropa tomándose su tiempo. Una a una se fue despojándose de toda prenda hasta quedar en un bañador pequeño. 

Dejó su ropa doblada en una silla verificando que no se arrugara y cuando verificó que todo estaba en orden. Caminó hacia la alberca un poco más grande que las demás que tenía en su patio y paso a paso fue introduciéndose por las pequeñas escalinatas. Poco a poco dejó que el agua fuera conquistando milímetro a milímetro su piel provocando pequeños escalofríos en todo el cuerpo, lo que siempre le robaba un gemido. 

Cuando estuvo totalmente sumergido bajo el agua decidió quedarse un momento más intentando aguantar la respiración lo más que pudiera. Él se sentía algo travieso y quería dar caza a una escurridiza presa. Cuando sintió que sus pulmones estuvieron a punto de explotar, salió de pronto a la superficie y hacia el preciado oxígeno que tanto su ser necesitaba. Toda el agua salpicó a los lados, dejando medio cuerpo en el aire. Un instante después se sacudió el exceso de agua de la cara y miró directamente a la ventana que tenía justo frente a su patio. 

Fue un momento en pausa. 

Allí estaba con medio cuerpo fuera de la ventana, claramente jadeando y con una expresión de susto en su rostro. El joven que todas las tardes lo miraba escondido en su ventana se veía muy asustado. Sonrió para sus adentros al verlo tan alterado, su rostro era muy revelador. Siempre se preguntaba en que trabajaría y que era lo que hacía durante todo el día. 

Cuando ellos se cruzaban por la calle o en el supermercado, aquel hermoso jovencito se ponía tan colorado como una deliciosa fresa, lista para ser devorada. Eso era extraño, porque nunca había visto a ningún hombre sonrojarse como lo hacía su vecino, quizás porque su piel era muy blanca y era muy tímido. 

Ben sonrió abiertamente, luego de retirarse el exceso de agua, alzó una mano y con un dedo le hizo una seña para que bajara. Rió al ver la cara del joven que no comprendía, se le veía muy confundido por lo que pasó que no se daba cuenta lo que le indicaba; sin embargo, su cara se transformó en una especie de horror y luego de absoluta vergüenza cuando al parecer cayó en cuenta de lo que había sucedido y de la intensión que Ben tenía. 

Otra vez ese color rojizo estaba en su rostro. Aunque estaba alejado, Ben se podía dar cuenta de que su cara era tan roja como una fresa. 

«Delicioso», pensó. 

Nuevamente le hizo otra vez la seña para que bajara. El chico con un ademán tímido lo saludo con la mano en un intento de ser sociable, casi de inmediato desapareció de su vista. Ben se apoyó en el borde de la piscina y espero a que apareciera. Sabía muy bien que vendría de lo contrario, él mismo iría por él. 

Después de lo que pareció unos largos minutos en los que estuvo a punto de salir e ir a buscarlo él mismo, Sonrió cuando apareció en la puerta del patio. Le volvió a saludar con un movimiento de mano indeciso. Ben le sonrió mientras que con mucha lentitud se acomodó a modo de poder mirarlo de frente. 

Con voz algo ronca debido a la anticipación de tener un rato a solas por fin con su tímido vecino, le dijo: 

—Adelante. 

—Hola —respondió mientras entraba al patio de Ben— Justamente me asomé “de casualidad” y te vi entrar al agua, pero no salías y bueno… no sabía… si te había pasado algo… —intentó explicar su actuar—. Espero que no te moleste que haya estado viendo —dijo finalmente algo nervioso—. Solo me llamó la atención y yo… 

—Me llamo Benedict —interrumpió—, ¿y tú? 

—Logan —y añadió rápidamente—. Sabía que te llamas Benedict. 

Vio como Logan al decir esto último se mordió el labio inferior y eso produjo que diera un pequeño gemido silencioso. Era un chico adorable y tenía ganas de comérselo. 

Hoy se le antojaban fresas. Deliciosas y jugosas fresas. 

—Y yo sabía que te llamabas Logan. 

Reprimió una risa fuerte que quería salir de sus labios al ver la cara de asombro de Logan. Eran vecinos, era obvio que ambos sabían quién era quien; quizá no sobre sus vidas privadas, porque todos eran muy respetuosos con la intimidad de la comunidad, sin embargo, saber el nombre de los vecinos era algo lógico y aceptable. 

—Solo quería romper el hielo —habló Ben al verlo que estaba muy avergonzado— ¿te gustaría acompañarme? —Al parecer lo pensó por un momento y su mirada siguió la del joven cuando este se observó su propio cuerpo. 

Ben tenía tanta hambre en ese momento. 

Sacudiendo sus lujuriosos pensamientos, se dio cuenta de que Logan no estaba vestido para la ocasión. Él vestía un pantalón de algodón, una camiseta de mangas largas y unas zapatillas de lona sin medias, sin contar que no tenía ropa interior, algo que claramente se notaba. Era obvio que no pensaba salir de su casa y lo sucedido lo hizo olvidarse de ese pequeño gran detalle. 

Sin embargo, Ben pudo notar que Logan abrió un poco los ojos y se puso a juguetear con su camiseta jalandola para, seguro, no se le notara que iba a comando. Sonrió, pero no le hizo ninguna señal que lo había notado, ya se le veía bastante nervioso como para provocar una taquicardia mencionando esa observación. 

—Gracias, pero estaba trabajando en mi computador y ya debería irme —después de una pausa rápida, Logan añadió—. Quizás en otro momento. No sé, podría traer unas cervezas… y tal vez… —la mirada de Logan se perdió en un punto tras de él y Ben colocó sus brazos en el borde a modo de apoyar su barbilla y lo miró entre divertido y curioso. 

— ¿Cuántos años tienes? No quiero corromper a un menor de edad —justificó su pregunta a su ofrecimiento de llevar cervezas. 

Logan le sonrió y eso causó que su cuerpo reaccionara ante ese arrebato de valentía. 

« ¿Es que no sabía qué jugar con fuego puede llegar a ser peligroso?» pensó maravillado con Logan. 

—Voy a cumplir veintinueve en un par de meses —la expresión de asombro de Ben era clara y esto al parecer le causó gracia a Logan que rió un poco fuerte. 

—No jodas ¡pero si pareces un crío! —Respondió Ben con una sonrisa combinada con asombró. 

Su vecino no aparentaba sus casi treinta años y al parecer era un orgullo para él que, posiblemente, todos lo confundían con un jovenzuelo de veinte. Aunque seguro eso era un problema para cuando iba a los bares. 

—Bueno este “crío” tiene más años de lo que aparenta. —aseguró Logan aún con una gran sonrisa en el rostro. 

Algo le decía que él solía decir que tenía veintiuno cuando le convenía. 

— ¿En qué trabajas? —preguntó Ben aprovechando lo suelto y relajado que se le veía, pero la risa de Logan desapareció. 

Al parecer no sabía qué responderle.

»continúa...

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